Los eclipses son acontecimientos de la naturaleza que han influido profundamente en el hombre a lo largo de toda la historia de la humanidad. En México, desde tiempos remotos se crearon mitos para explicar lo que sucedía en el cielo, ya que se creía que todo evento celeste se debía a la acción de dioses. Para los antiguos mexicanos, el eclipse resultaba ser una manifestación nefasta de la cercanía del fin del mundo, y en su representación se involucraba a un gran felino, animal de la obscuridad nocturna, que devoraba a la deidad más venerada, al padre Sol, dios generoso que proporcionaba luz y calor y que con su movimiento indicaba el orden que el tiempo debía tener. Lo anterior se ve aún reflejado en lenguas como el náhuatl, el maya, el purépecha y el mazahua que expresan el eclipse de Sol como “el Sol es comido, mordido” o “modida de Sol”. Por otra parte, otras lenguas nacionales como el otomí o ñahñu, el mixe, el matlaltzinca, el mixteco, el ixcateco y el zapoteco lo expresan como “el Sol muere”.
Otro vestigio del terror causado por un eclipse de Sol se puede hallar en el Chilam-Balam de Chumayel, un libro escrito seguramente por sacerdotes-sabios mayas, en parte ya aculturados, poco después de la conquista: “… Y fue mordido el rostro del Sol. Y se obscureció y se apagó su rostro. Y entonces se espantaron arriba, ¡se ha quemado!, ¡ha muerto nuestro dios!, decían sus sacerdotes. Y empezaban a pensar en hacer una pintura de la figura del Sol cuando tembló la Tierra y vieron la Luna”… Leer más